viernes, 26 de julio de 2013

Verte siempre.

Medir un metro ochenta y cinco
es útil en muchos aspectos,

por ejemplo
buscar a alguien entre la multitud
o ver mejor un concierto;

pero aún no sirve
para mirarla a los ojos
y que mi reflejo,
grabado en sus córneas,
no sea el de un niño pequeño.

Ella guarda en las ojeras
la paciencia
para esperarme despierta
esas noches en que la luna
siempre invita
a la penúltima ronda.

Ella tiene talladas en la frente
las primeras marcas
de media vida dando su vida
-media vida de sacrificio-
pero no por ello
parece menos fuerte,

sigue siendo a la vez
brisa ligera
y huracán inminente.

Ella sabe que soy un cabeza loca,
que sólo pienso
en ellas,
en canciones,
en poesía,
pero cuando habla
con su brujo imperativo
ni mi Caos mental resiste
a ese poderoso hechizo.

Ella conserva la belleza de la juventud
junto a los ojos serenos de la Experiencia,
dispone de presunción de inmortalidad
hasta que la Muerte demuestre lo contrario,

ella me hace ser quien soy
y sin ella no hubiera sido nunca.

Ella se ha ganado una parcela en el puto Paraíso
(si es que existe)
de mil quinientos metros cuadrados,
como las que le tengo guardadas
bajo el cráneo
y el esternón
para cuando se haya ido
y le apetezca volver un fin de semana.

Ella, hoy y siempre, será el motivo
por el que me costará tanto abandonar
este mundo de mierda,
que tiñe de un color singular
y lo hace todo más bonito.

Ella, bóveda celeste y constelación.

Ella, gravedad y eje de rotación.

Ella, expirando inspiración.

Ella, pasado, futuro y presente.

Tú,
qué bien
verte siempre.

martes, 16 de julio de 2013

Canción de lluvia y truenos.

Llegó la tormenta a tu iris;

se escucha la canción de lluvia y truenos
que marca el ritmo de las agujas del reloj.

Me he quedado sin refugio
donde lamerme las heridas.

Las ventanas, de reojo,
arrojan con sus ojos de espejo
miradas enajenantes
que en realidad son reflejo,

muy parecidas a las tuyas cuando decías
eso de que "la vida son dos días"
y que la resaca querías pasarla conmigo,
con el sol subiendo la marea de tu espalda.

Pero no me hables de la vida
si para ti vivir no es morir lentamente
por ver ese culo pasearse por tu pasillo
entre los aplausos de las puertas poseídas por la corriente
y las reverencias de los cuadros torcidos.

Llegada de todas partes,
te deslizarás entre páginas como viento
para imprimirlas de tu aroma helado
y colarte en los nidos de golondrinas,
repletos de ideas inconexas,
de aleteos y chillidos.

Se abren claros en la nubosa oscuridad,

se disipa la canción de lluvia y truenos,
el reloj vuelve a su compás de marcha fúnebre

y tú,
una vez más,
te metamorfoseas
en oscuro alfabeto.