lunes, 17 de junio de 2013

La vuelta al Infierno en 66 despedidas.

     Una herida en el tronco de un árbol me ha tintado el iris de olor a hojas secas.
     Ya hace tiempo que se fue, las manos en los bolsillos, como si en ellos se encontrara la respuesta a la pregunta que siempre nos hace el viento: "¿por qué os corto los labios?".
     Se ven pájaros enjaulados al fondo del pasillo. Vuelan, en círculos concéntricos cada vez más pequeños, creyendo que los barrotes de su prisión se van estrechando. Ellos saben que están encerrados porque son virtuosos cantantes, pero lo que sus carceleros en realidad escuchan es la desgarradora voz del llanto de un ser nacido para hacer el amor con el aire.
     Pésimo final.
     Pero el sol se ha alzado en la esquina del folio, como en los dibujos de los niños pequeños. Se desangra, eclipsado por doscientos setenta grados de Nada azul transparente, bajo la tenta mirada del Infinito. Sádico placer.
     Estás tú, contando los cigarros que te quedan para vivir más años. Está ese olor a tabaco que se pega a las líneas del pentagrama, escribiendo la banda sonora de nuestra erupción simultánea.
     Y es como intentar derrotar al Azar jugando al póquer o tirando los dados sobre un tapete gastado, que resulta ser la orilla del Mal cuando la marea sigue baja. Pero claro, llega mi turno y ya tengo los pulmones encharcados de llamas.
     Con razón
     besarte
     era
     como besar
     carbón.

1 comentario:

  1. Óle, me gusta porque cuando escribes haces como yo y pones "Mal" en mayusculas, como hago yo también con Alma, Maldad, Crueldad, etc...
    éste texto es amorrrrr.

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